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lunes, 10 de octubre de 2011

TOMANDO AL TORO POR LAS ASTAS.-

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¿Nueva raza?

Desde que el advenimiento de una nueva raza de seres para la evolución de la humanidad fuera anunciada y pedida, una esperanza de cambio alentó a la gente dedicada al servicio de Luz.
Finalmente, hemos llegado al tiempo en que esos seres han encontrado las condiciones para encarnar y producir el salto de conciencia en la Tierra.

Pero, ¿qué sabemos de ellos? ¿Cómo son? ¿Qué cualidades traen? ¿Qué significa que sean más evolucionados? ¿Son todos iguales? ¿Cómo es la transición que ellos promueven? ¿Cómo les afecta a los que no son Índigo? Tal parece que hay suficientes incógnitas como para no tomar las cosas con ingenuidad, ya que de lo que estamos hablando es de personas que van a modificar substancialmente la vida tal como la conocemos.

Como para entender algo es necesario conocerlo, y es evidente que no sólo no se conoce a los Índigo sino que en muchos casos, ni siquiera se los reconoce, estamos frente a una situación inédita.

No se trata aquí de saber quien es el nuevo vecino, sino de conectarse con familiares, amigos, compañeros de trabajo, inclusive gobernantes, que no son iguales a uno en pensamiento ni sentimiento y cuyas acciones parecen inexplicables. Reconociendo la diferencia se dice que los Índigo traen en su programación genética capacidades intelectuales y físicas que les permiten adaptarse fácilmente a los cambios y regenerar su cuerpo para permanecer saludables.

Son muy creativos y manejan tecnología con gran facilidad. Son altamente sensibles y perceptivos, capaces de desarrollarse bien en entornos afectivos balanceados. Tienen clara conciencia de sí mismos, una poderosa autoestima, capacidad para objetivar los problemas y resolverlos sin caer en estados de culpa, ansiedad o vergüenza.


Reconociendo la diferencia
También se dice que, de verse afectados por un entorno con disfuncionalidad afectiva o una educación limitante, se alteran al punto de enfermarse, encerrarse en sí mismos o volverse rebeldes incontrolables, que sólo pueden ser tratados con psicofármacos.

La pregunta sería aquí ¿por qué ocurren estas alteraciones? Independientemente del medio en el cual el Índigo nace y crece, qué le daría mejores o peores condiciones para su desarrollo, se supone que está capacitado para lidiar con energías disarmónicas.

Todo Índigo sabe que vino a este planeta –que no es un lugar de vacaciones– con la tarea de modificar lo que está decididamente mal. Lo sabe desde sí, porque generalmente recuerda quién es él, y lo sabe porque hay una condición planetaria y colectiva que da lugar a su llegada a esta encarnación. Entonces, ¿por qué encuentra tantas dificultades para expresar su personalidad?


Mirando las diferencias tal vez una aproximación a las respuestas sea un dato sobre la condición Índigo poco conocido. La raza Índigo ya “es” evolucionada porque proviene de una dimensión donde la experiencia de la polarización en la dualidad es menos intensa. Los Índigo son un colectivo, que tiene conciencia de estar unido al resto de su gente, produciendo una sinergia que permite tener la experiencia individual a disposición de todos.
Cada individuo sabe que lo mejor para él es lo mejor para todos y todos saben que necesitan que todos sus componentes individuales respondan a un estándar de vivencias adecuadas para que haya estabilidad en el grupo.


Es un principio lógico de equilibrio que los Índigo como raza ya tienen asimilado, por lo que cada persona busca modificar aquello que puede ser perjudicial, para si y para el colectivo, para lograr el alcance de sus máximas expresiones individuales.

Este principio no depende del contacto físico porque el Índigo puede mantenerse conectado mientras se mueve muy lejos de su origen en busca de experiencia. Por sus habilidades telepáticas e intuitivas absorben la información en niveles paranormales y la trasmiten fuera del espacio-tiempo, creando canales de comunicación en diferentes dimensiones.

Todas sus cualidades son el producto del manejo depurado de los chacras superiores. En condiciones favorables pueden expresar amor incondicional y mantener el balance perfecto en el fluir de la energía del Creador. Pero los Índigo tiene una debilidad: no saben integrar eficientemente la energía de los tres chacras inferiores.


Tomando al toro por las astas
Tomando al toro por las astas, la raza Índigo es plenamente consciente de sus limitaciones. Sabe de los riesgos de entrar en una dimensión con grandes fluctuaciones de energía.

Está aquí porque espera estabilizar la energía lo suficiente como para permitir enlazarla con una dimensión superior y establecer un corredor que permita mantenerlas en contacto. En ese aspecto tiene experiencia porque es su forma habitual de expresión.
Eso no quita que por muy buenos navegantes no se encuentren en una situación donde no puedan controlar la nave y terminen estrellándose. De hecho, la mayoría de los Índigo adultos que llegaron antes han explorado la energía de la Tierra y han tenido que adaptarse a una densidad a la que no estaban acostumbrados con la consiguiente disminución y, en algunos casos, pérdida de sus capacidades para actuar permanentemente centrados en su tarea.


No son pocas las personas que han experimentado andar a contramano con la sociedad, la época, las relaciones familiares, preguntándose porqué su vida transcurre en una constante frustración por no ser comprendidos cuando, en su interior, sus vivencias le parecen tan lógicas y naturales.

Para quienes alguna vez hayan tenido la oportunidad de escuchar al Dr. Waldo Vieira describiendo a las personas con “síndrome del extranjero” podrán entender las dificultades de adaptación que puede tener un Índigo.
Para la mayoría de los Índigo es muy difícil transitar por un mundo con grandes desequilibrios económicos, sociales y políticos, sabiendo que estos desequilibrios no son expresión de la energía universal sino distorsiones producidas con un propósito creado intencionalmente.
Frente a esta realidad, un Índigo puede adoptar dos posiciones: convertirse en un reflejo de su entorno, compartiendo conductas y creencias, muchas veces por no sentir un vacío afectivo que lo lastima, o volverse un cínico aprovechando las condiciones de corrupción para mantener su subsistencia.


No es de extrañar entonces que, sin el freno inhibitorio de la culpa o la vergüenza que rige a la sociedad de tercera dimensión, pueda involucrarse en situaciones de degradación física o social, sin ningún remordimiento ni control. Desde esa perspectiva, un “capo” no es más que un cuidadoso responsable por el bienestar de su grupo; un narcotraficante, un eficiente mercader que sólo piensa que “mantener al cliente satisfecho” y un mercenario no es más que un empleado al “mejor precio que se pueda pagar”.

Estas conductas no son más que el reflejo de un grave desajuste del chacra raíz –controlador de la supervivencia–, con el apoyo de la creatividad perversa del chacra sexual y el manejo de poder desmedido del plexo solar.


Sin caer en este extremo, el Índigo sobreadaptado puede terminar sin tener pareja, después de muchos intentos de conciliación, por su aparente “falta de interés” en las relaciones románticas; sin amistades, porque lo consideran demasiado “raro” como para compartir algo con él; sin un trabajo permanente por su incapacidad para permanecer en un mismo sitio y hacer tareas rutinarias; y sin un título académico formal porque su forma de adquirir el conocimiento no encaja en los parámetros tradicionales para evaluar el conocimiento.
El Índigo sabe que por alguna razón es diferente y no reúne los requisitos que la sociedad tiene y se queda en mitad de camino entre la frustración y el desánimo, sin encontrar el lugar y el momento para expresar su verdadera naturaleza.


Reforzando el Talón de Aquiles
Es indudable que hay Índigo exitosos. Si se busca entre los ecologistas, los artistas plásticos y los músicos visionarios, los asistentes sociales, los maestros, los sanadores alternativos, los cineastas y escritores de ficción, y hasta entre los técnicos de computación, los ingenieros y arquitectos; los capaces de crear belleza, de pensar en el futuro y construirlo aunque sea en un rincón del garaje, allí están los que le ganaron la partida a la tercera dimensión. Los que miran a los robots, la inteligencia artificial y la Internet como una parte de sus vidas que les despeja de hacer el trabajo duro y les facilita el contacto con otras personas y la expresión de su creatividad, son los exitosos.

Ellos sostienen la energía para todos, alentando el cambio y recuperando a los que se perdieron por el camino. La cualidad de interconexión que todos tienen surte su efecto, tarde o temprano y los Índigo reciben el llamado en su interior. Lo más importante es advertir que no se está solo, que los obstáculos que pudieron aparecer e interrumpir el propósito de vida pueden ser despejados.
Y que los que vienen detrás (ahora niños o adolescentes sometidos a condiciones peores) necesitan de la experiencia y el apoyo de los adultos para continuar el proceso de ascensión de la Tierra.


Pretender que por sí mismos puedan sobrellevar las dificultades actuales, un mundo lleno de experiencias negativas, puede ser una creencia omnipotente.
Un niño Índigo negado de sí y sin experiencia espiritual no va a ir mucho más lejos que cualquier persona sin experiencia espiritual.
Puesto a vivir en la pobreza, peleando por un lugar en la calle, sin educación y sin proyecto de una vida mejor, puede convertirse en un delincuente muy creativo. Expuesto a una vida consumista, sin valores éticos, puede conducirlo a la autodestrucción por adicciones. Un Índigo no valorado también puede ser un fracasado autosuficiente.



Creando la Red
La primera tarea que un Índigo activo tendría que emprender es reconectarse con los demás Índigo. En esa conexión reside la posibilidad de saber cómo enfrentar las debilidades circunstanciales y recuperar su potencial.
Saber qué les pasa a otros Índigo y buscar respuestas entre todos facilita la tarea y acelera la sanación. Lo siguiente sería crear lugares físicos de reunión o convivencia.
Cierto es que existen “comunidades virtuales” creadoras de Luz, pero para materializar en la Tierra las cualidades de la abundancia permanente y la creación divina, todavía falta construir las comunidades concretas.


Si esperamos vivir en una Tierra sin polución, aprovechando la energía alternativa, con personas sanas y educadas, capaces de realizar sus talentos en su máxima expresión hay que hacer algo que en la Tierra cuesta: poner el cuerpo.
Esto debe sonar bien claro para los Índigo porque, a diferencia de lo que se piensa –que son emocionales – son mentales.
En el mundo Índigo se mueve poca energía física y mucha energía mental con el resultado paradójico de que con poca energía mental, se construyen muchas cosas físicas.
Poner el cuerpo, arremangarse y trabajar, suele ser un esfuerzo más que considerable.
Por consiguiente existe el desafío de vencer la inercia de la materia y hacer “magia” o ponerse pala en mano a cavar. Ambas son válidas, aunque sea preferible llegar rápido a la “magia”, como para no cansarse. Constituyendo un grupo, la energía se condensa con mayor rapidez y no va a tardar mucho en materializar espacios físicos de aprendizaje, recuperación y esparcimiento, acordes con la mentalidad de los Índigo.


Es importante que los Índigo no se vean sólo como casos de psiquiatría o como los sabios “elegidos” para salvar al planeta porque ninguna de las dos cosas es cierta. Un Índigo tiene necesidades diferentes porque piensa y siente diferente, pero no es más que el reflejo de lo que la sociedad de la Tierra va a ser en un futuro cercano.
Sus expresiones adecuadas pueden conducir a una vida realizada para todos, pero sus actos de rebelión pueden agregar mucha más leña al fuego de lo que ya existe. Nadie es tan tonto como para no distinguir entre lo bueno y lo malo que el mundo actual ofrece, por lo tanto, más allá del miedo que el cambio produce en las personas, el mundo de los Índigo es un lugar de gracia y equilibrio, si los Índigo están en gracia y equilibrio..-ISSA.-ANGELES DE LUZ