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jueves, 13 de octubre de 2011

LOS JÓVENES: MÁS ALLÁ DE LA EDUCACIÓN Wolfgang Kellert.-

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La frecuencia Índigo es una vibración

a la que el planeta Tierra se está adaptando paulatinamente;

es la frecuencia de la Nueva Era.


La “Nueva Humanidad” profundiza en aquello que “no es concreto a los ojos comunes”, sino al espíritu. No profundiza en la religión, sino en la espiritualidad. No busca un mejor ingreso per cápita, porque no existe dinero que lleve a Dios, no busca mejorar la salud, porque la enfermedad sencillamente no existe en la perfección, no busca la equidad de género, porque todos somos uno, no busca reducir la mortalidad, porque nuestros cuerpos son simplemente vehículos. No busca aquello, que el ego del hombre se ha empeñado en buscar, porque Dios es la ausencia del ego.

El mundo Índigo

¿Y cómo cambia también nuestra postura cuando entramos en el mundo Índigo?

La frecuencia Índigo es una vibración a la que el planeta Tierra se está adaptando paulatinamente; es la frecuencia de la Nueva Era. Una vibración distinta que produce grandes cambios en el ser humano y que puede provocar problemas de adaptación en una sociedad tradicional por causa de las capacidades “paranormales” de los seres Índigo. Basta con mencionar la palabra “paranormal”, para que entremos en temas donde nuestra lógica nos diga que estamos saliéndonos por la tangente; no obstante, el fluir de este caudaloso río, suena más y más, y a Dios gracias cada vez existe más gente trabajando en esta realidad, aunque más de un amigo nuestro nos diga en tono escéptico ¿frecuencia qué?

Esta frecuencia o vibración Índigo ha hecho que muchos jóvenes vivan rodeados de incomprensión y frustración ante la falta de adaptación al sistema; pero qué pasa con esta juventud… están en una etapa de gran fuerza, de mucha energía, con toda la vida por delante, con la vía libre para vivir a plenitud todo lo que este mundo ofrece; sea cual fuere su realidad socioeconómica, hay algo para aprender y experimentar, y siempre hay algo de qué asirse. Sus cuerpos emocionales están desarrollándose a todo vapor, y es una etapa de gran convulsión a nivel de las sensaciones y los sentimientos. Todo lo aprehendido a nivel emocional durante la niñez, sea bueno o malo, será clave para dar las directrices de su personalidad que es formada por el medio ambiente influyendo sobre su temperamento. A diferencia de los niños que todavía están siendo “educados”, los jóvenes ya cuentan con su autonomía. Es aquí donde comienza la cosa.

Apertura de conciencia

Miles de jóvenes, Índigo o no, tienen problemas de adaptación en la sociedad, y pasan a ser una “persona rara”, cada cual con sus diferentes problemas, pero rara al fin. Donde radica el meollo del asunto en esta Nueva Era, con jóvenes cualquiera que fuese su “especie”, es sencillamente en la apertura de conciencia: la palestra donde los Índigo que despiertan juegan un rol de vital importancia.

Saberse Índigo, tener facultades psíquicas… es inútil si no se tiene conciencia en el espiritual sentido de la palabra. Saberse Índigo puede significar un verdadero problema, a la hora de luchar con el ego de “maestro de la nueva humanidad”, a la hora de entrar en un fanatismo holístico, a la hora de envilecerse con los dones, a la hora de justificarse… Teóricamente un Índigo no tiene esos apegos humanos. Teóricamente. Más aún, si ese Índigo no se enteró de esa esencia que a lo largo de los años ha sido contaminada por la sociedad. Hay que despertarlos, hay que desconectarlos de “La Matriz”, no sólo a ellos, que tienen las de ganar, sino a todos.

A veces es difícil tratar con los jóvenes, tienen una terquedad propia de la edad, una rebeldía propia de su conciencia “naif”. Sin subestimarlos, sus ideales, sus sueños, sus ganas, sus euforias, sus decepciones, sus ilusiones, sus enamoramientos… son propios de un nuevo lienzo que se va pintando en el camino de sus vidas. El comportamiento pendular es típico. Su actuar en función a su ánimo, también. Pese a su autonomía, todavía son vulnerables, y a veces su inocencia raya en la estupidez; pero ahí está lo bueno, la inocencia es pureza, y en la pureza está Dios. No es aprovecharse de su inocencia, se trata de ligar esa pureza con el universo, se trata de apuntar a esa parte de ellos que todavía no ha sido maleada y evitar que se vayan al lado oscuro, despertando su conciencia divina.

El portal de retorno

Los jóvenes son altamente influenciados por sus emociones, y estas son el gran portal de retorno a La Fuente; no su inteligencia múltiple, sino el estado de no mente. En otras palabras, hay que hablarles al corazón. No maternalismos, no paternalismos, no con la “experiencia de los años”… De alma a alma. Es ser ellos, y con ellos, es ser uno. Una gran mayoría de los jóvenes, por no decir todos, abren sus puertas a la espiritualidad cuando abordamos el tema de manera adecuada. Sin dogmas religiosos, sin mandamientos… Para la esencia Índigo el concepto de culpa no existe; y el pecado junto a toda la parafernalia dogmática, tiene tintes primitivos. Reconoce los sucesos sin juicios como correcto o erróneo; lo hace con desprendimiento, sin apego, sólo con el fin del aprendizaje; con una respuesta interior a los sucesos exteriores. Es ahí donde rompe los esquemas en todos los sentidos.

Si no se despierta la conciencia Índigo (que es distinto a saberse Índigo, o creerse uno), los jóvenes seguirán sirviendo con su brillantez al sistema. De nada servirá que hayan desarrollado una superinteligencia, cuando lo que se busca es una inteligencia superior. Sería como utilizar un Ferrari por caminos escabrosos, o como descubrir una medicina para una enfermedad que no existe.

En líneas generales, y sin entrar en detalles socioeconómicos, la mayoría de los jóvenes tienen una natural afinidad con la tecnología y marchan tan rápido o más que el ritmo que lleva el mundo. El acceso a la información hace que estén al tanto de los sucesos, y sus capacidades innatas, hacen que surja el deseo de buscar la excelencia en sus profesiones; está claro que son más inteligentes, y no sólo por su esencia; pero vemos también que eso puede llevarlos a una búsqueda y al saboreo de lo “mundano”, de lo snob, de lo alienado. Su ruptura de esquemas puede llevarlos a una anarquía pseudo espiritual, a esa incomprensión de satisfacerse sin encontrarse; a ese exceso de energía que no saben en qué gastarlo; a no darse cuenta de qué están hechos y para qué. Lo único que tienen claro, es la duda. Y no sólo los Índigo.

Rompedor de esquemas

Un joven Índigo se da cuenta que es un rompedor de esquemas, cuando se descubre a sí mismo, cuando comprende que este asunto va más allá de una “vida decente”, cuando entiende que ha sido bendecido con dones que lo suben varios escalones en la escala evolutiva, cuando se acuerda que su nacimiento en esta tierra es un retorno por un bien común y elevado. Cuando se da cuenta que lo que carga sobre los hombros es una amorosa responsabilidad. Cuando entra en conciencia que la revolución debe transformarse en evolución para llegar a la trascendencia. Sólo en ese momento verá que romper con el sistema es romper con el velo de la oscuridad, con sabiduría, con entrega, con certeza, con amor… no con rebeldía.

Se dará cuenta que su desenfreno por la búsqueda de experiencias indiscriminadas, o la desolación ante la incomprensión, eran simplemente parte de la crisálida. Disfrutará de estar solo, de regenerar, canalizar y focalizar su enorme energía. Despertarán sus sentidos sutiles, su vibración se acelerará, emanará luz, empezará abrirse su tercer ojo, despertará el maestro, se fundirá a la Fuente, volverá a ser Conciencia pura, y se unirá al Todo. Su sola presencia romperá esquemas.

Aparentemente sólo buscamos la ayuda divina, en una buena mayoría de los casos, cuando estamos en problemas. El dinero, la autoestima y los amores, por citar algunos ejemplos, son tres casos típicos que llevan a los jóvenes a la depresión. Sin embargo son los mejores momentos para poder encontrarse con uno mismo. Dentro de las experiencias que tuve al trabajar con jóvenes, pude notar la ausencia de una verdadera comunicación con los padres; si bien muchos decían “tener plena confianza con ellos”, esa confianza llegaba hasta por ahí, porque los padres se limitaban a ser eso, padres cariñosos; pero no podían cubrir esa búsqueda espiritual que iba más allá de la religión que se profesaba en casa. Algunos padres eran católicos acérrimos o a medias, pero en ambos casos no había una apertura para esa espiritualidad, también a medias, de los jóvenes. Como que en el lado paternal yacía una religión intocable, sea por principios, por ignorancia, o simplemente por falta de interés. Palabras tales como pecado o culpa, eran parte de la vida, porque “así es este mundo real”. Sin embargo, pese a las influencias claramente clavadas en las mentes de los jóvenes, el interés por aquello que va más allá de lo común, en términos sociales y religiosos, muchos jóvenes aguzaban los sentidos por una filosofía de vida propia a la de la Nueva Humanidad, y más de una vez vi el brillo esperanzador en sus ojos. Sin embargo, la cotidianeidad, era el enemigo número uno que hacía que esos atisbos de despertar de conciencia cayeran nuevamente en la somnolencia.

¿Qué hacer?

Varias situaciones fueron importantes para que los jóvenes comenzaran a despertar la conciencia:

  • Escucharlos con una gran atención, y hacer que ellos tomaran las riendas de la conversación, en una charla totalmente horizontal.
  • Nada de juicios al momento de las “confesiones”, sino compartirlas, bajando el tono de la gravedad de sus actos con el puro afán de anestesiar el dolor. No obstante, con una profunda y desapegada comprensión de nuestros errores y entrando en la confianza de “a mí me pasó lo mismo”.
  • Ser sus cómplices.
  • Reírnos con ellos, y verle lo bueno a “lo malo”. Hacerles ver que por más mala que parezca la situación, está bien, porque es la señal que nos ayuda a crecer.
  • Compartir sus gustos, que nos enseñen sobre ellos, y hasta que nos den consejos.

Estos escuetos puntos, que a primera vista pueden resultar obvios, pueden ser manejados con facilidad por un psicólogo, o por alguien que se da cuenta de una comunicación horizontal. No obstante son simplemente el comienzo de la aventura, algo que va más allá de “tratar al muchacho con tacto y amistosamente”. Se trata de “entrar en contacto con el alma del muchacho”, de mostrarle su pluridimensionalidad; de hacerle dar cuenta de su superioridad, no en términos de ego, sino de creación suprema. Que todo lo que sucede en el mundo externo es producto de su interior, de su propia creación, consciente o no. Que es capaz de trascender, que puede eliminar todo aquello que ha sido motivo de tristeza o preocupación, con tan sólo conectarse consigo mismo.Es hacerle ver que tiene más de cinco sentidos, y que su presencia en este mundo tiene un propósito que va más allá de ir en busca de la satisfacción del éxito económico y el techo propio; que puede dejar de llenar el formulario que exige la sociedad para el bien de la misma sociedad; y que si bien “sólo se vive una vez” (al menos una vez a la vez en esta dimensión), significa que es sólo una vez en esta vida actual para lograr acercarnos a Dios, ya que si realmente creemos en Él, la muerte es tan sólo una etapa en nuestra verdadera vida, y si creemos en eso, lógicamente hay una razón más profunda que prima en nuestra existencia en este mundo, en este ahora.

No todos tienen el mismo grado de evolución en este planeta. Cada uno viene con el propósito de aprender algo, hasta el más escéptico, hasta el mayor de los malandrines, hasta el más materialista… sólo que no son conscientes de ello; y el plan de la esencia Índigo, es romper los esquemas tradicionales que justamente hacen eso: no ver más allá de este mundo. Por eso vinieron seres como Jesús, que respetaron nuestro libre albedrío, pero que nos mostraron el camino de vuelta a La Fuente. Cuando respetamos el proceso del prójimo, empezamos a comprender que no podemos criticar a nadie, y menos juzgarlo. Cómo podríamos hacerlo, si sabemos que esa persona antes de nacer ha escogido precisamente ese rol o esas situaciones en su vida, para un aprendizaje muy específico. “Es un mediocre”, “No tiene dónde caerse muerto”, “Es un mujeriego”, “Es un ladrón”, “No busca a Dios”… Todas estas situaciones son lecciones escogidas por su Espíritu antes de encarnar para aprender una lección que va más allá de los Juicios humanos, pero que en todo caso, siempre tiene un objetivo de depuración.

El Índigo debe comprender que su misión es ayudar a esos seres a comprender su lección. Ésto no significa que no deban jugar en esta tierra con ciertas reglas: hay que comer, hay que pagar la renta, hay que conseguir dinero… no como un objetivo, sino como un medio. Claro que debemos alimentarnos, claro que necesitamos un techo. Necesitamos estar vivos para vivir la experiencia, y para eso tenemos que alimentarnos, y para eso hay que conseguir alimento, pero ya llegará el día en el que la energía que necesitan nuestros cuerpos no provenga de carbohidratos; de hecho ésta es una realidad que se va plasmando paulatinamente con la llegada de los Índigo, con su poco comer, con su exceso de energía. La Nueva Humanidad se está regenerando con la nueva vibración, que inclusive es inmune a las enfermedades.

No se trata sólo de conversar con un joven como si tratase de un párvulo al que hay que guiar, sino hay que despertar al maestro que nos ayudará a evolucionar, y él tiene que saberlo. No es de padre a hijo, de hermana a hermano, de educador a educando; es de Yo Superior a Yo Superior; la única diferencia que existe es que están en un cuerpo humano más joven en términos de tiempo lineal terrestre.

No basta con decirle al Índigo en qué es diferente, no basta con explicarle por qué; si no hay que ayudarlos a que entienda el para qué; sólo así sabrá su razón de ser.ISSA.-ANGELES DE LUZ