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lunes, 10 de octubre de 2011

DEFINICIÓN DE "LO ÍNDIGO" EL PERÍODO AZUL.-

Desde hace más de una década, se escucha por parte de adultos que frecuentan círculos espirituales o adhieren a la perspectiva de un plan evolutivo, observaciones con relación a nuevos niños, diferentes, más evolucionados.

Los comentarios acerca de bebés y niños recién llegados a la vida con una luminosidad distinta en los ojos que, a medida que crecen, mues­tran facultades ampliadas para adaptarse rápidamente al vértigo de la tecnología, se multiplican en forma geométrica.

Casi todos los adultos de hoy conocen, saben de, o han escuchado hablar a alguien que tiene un hijo con características sorprendentes; que incorpora conocimientos en forma instantánea, que anticipa episo­dios por venir, que parece comunicarse con un código implícito, in­sondable, trascendiendo los lenguajes infantiles habituales.

Si bien todavía no puede hablarse de un fenómeno masivo, la canti­dad de casos aislados -pero con características similares- que se pre­sentan en distintos puntos del planeta, indican una constancia: lo que parece extraordinario en algunos niños tiende a tornarse natural en la mayoría.

No sólo muchos padres lo han advertido: también maestros y pedia­tras perciben que las nuevas generaciones "vienen con algo distinto"; más preparadas para el particular tiempo que les toca, con cierto conocimiento de otras realidades, con una mentalidad más elástica y una re­veladora capacidad de interactuar mediante nuevas pautas ante el mun­do y sus semejantes.

Quien planteó por primera vez la calificación índigo aplicada a un grupo de niños fue Nancy Ann Tappe -parapsicóloga, conferencista e investigadora en esa materia- en su libro “Understanding Your Life Through Color” (Comprendiendo tu vida a través del color), publicado en los Estados Unidos en 1982.

Tappe explica que los seres humanos irradiamos "capas áuricas" con determinados colores. Y que sólo algunas personas podrían ver dichas auras; no obstante, en esas capas, según los colores en juego, se defini­rían rasgos de personalidad y otros aspectos inherentes al individuo.

La autora identificó las características de los grupos por colores y luego las desarrolló. De una manera análoga a la astrología, que clasi­fica rasgos de personalidad o tendencia en grupos de acuerdo con nuestra ubicación cósmica al momento de nacer, también en el color de las auras estarían inscriptos, desde los primeros instantes de nues­tras vidas, ciertos rasgos similares que son muy notorios cuando sabe­mos cómo buscarlos. Ella misma declara haber visto las auras de los ni­ños en esa intensidad cromática, cuya definición en el diccionario ron­da el "añil, colorante natural azul oscuro obtenido de varias plantas del género Indigófera".

Sin embargo, el color índigo es sólo una de las características de es­tos niños a quienes se les han asignado diversas maneras de identifica­ción o denominaciones: Niños estelares, Niños especiales, Niños de luz, Niños de la Nueva Era, Nuevos niños, Niños mágicos, Niños nazarenos o acuarianos, Dark blue children, Millenium children, entre otras.

La aparición de esta "nueva generación" comenzó a ser registrada por distintos observadores desde 1970. A partir de la década de los no­venta se han incrementado testimonios acerca de la presencia de niños índigo en todo el mundo. Según estimaciones de esos mismos observa­ dores, el 80% de los niños actuales cobijaría las capacidades asignadas a un niño índigo, aunque en muchos casos, en forma latente.

En ese contexto, los investigadores recomiendan a padres y educa­dores proponerse una nueva mirada. La amplitud y comprensión nece­sarias para reconocer a nuevos niños que traen cualidades tan particu­lares al mundo, finalmente abarca mucho más que a un grupo determi­nado. Los atributos que llegan con ellos inciden en la humanidad en su conjunto, impulsando una evolución de la especie, una apertura a lo es­piritual, una reformulación global de los valores, en la medida en que ellos son los adultos del futuro.

Las voces que sostienen y divulgan su presencia, aseguran, en el marco de la idea de la reencarnación, que estos nuevos niños no aca­rrean aprendizajes pendientes o residuales de vidas anteriores y que al­gunos vendrán sin ningún karma.

El investigador norteamericano Lee Carroll, autor del libro Índi­go Children (no traducido aún al español) es el primero en desarro­llar, partiendo del aura y adentrándose luego en otros territorios, la caracterología de los niños índigo. Carroll destaca en ellos un "ele­vado coeficiente intelectual" -a partir de los tests por él realiza­dos- combinado con una "enorme capacidad creativa", teóricamen­te respaldada, a su vez, por una mayor utilización del hemisferio de­recho del cerebro.

Paralelamente, la especialista norteamericana en temas espirituales, Jan Tober -coautora del libro de Carroll- agrega que poseen conoci­mientos sorprendentes, saberes que podrían parecer descabellados fren­te a nuestro sistema de pensamiento y paradigmas dominantes, propios de personas nacidas en décadas anteriores.

"A la mayoría les encanta manejar computadoras, apren­den a usarlas sin ayuda, resolviendo incluso, si se les per­mite, los inconvenientes operativos con que muchas veces tropezamos los adultos", asegura Tober.

El siguiente testimonio ejemplifica la estrategia mental de un niño índigo: en clase de matemáticas la maestra escribe los números 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, en la pizarra y pregunta: ¿cuál de esos números es di­visible por dos? La respuesta del niño en cuestión es todos.

Este episodio real -que el cine expuso en la película Mentes que bri­llan, dirigida por Jodie Foster- da la pauta de cómo encaran ellos el conocimiento: desde una perspectiva libre de ataduras metódicas, de pasos intermedios o redundancia logística.

Otras características que definen a los niños índigo según los rele­vamientos existentes:

• Abordan los procesos ejecutivos de la tecnología y el pensamiento en general con destreza intuitiva: van a lo esencial.

• Tienen una gran energía y son incansables (algunos duermen muy pocas horas) procurándose tiempo extra para incorporar conocimien­tos, según aseguran quienes los tratan con frecuencia.

• Se muestran comprensivos cuando reciben explicaciones y se re­belan ante el simple autoritarismo proveniente de sus padres, de sus educadores o de la sociedad en general.

• Rechazan la carne de cualquier animal y los alimentos excesiva­mente elaborados.

• Comprenden más rápidamente que otros niños de su edad las trampas del consumismo y de las modas.

Frecuentemente se diagnostica a los niños índigo como hiperactivos. Aunque institucionalmente ni la medicina ni la psicología se han pro­puesto decodificar los indicios en forma manifiesta y sistemática, exis­ten, sí, diagnósticos realizados por parte de la psiquiatría común, que parecen guardar una íntima relación con las aptitudes atribuidas a los niños índigo.

Así, al hablar de niños especiales, hiperactivos, con particularidades como las que venimos comentando, surgen en el panorama psiquiátri­co, dos siglas: ADD (Attention Déficit Desorder) o trastorno de defi­ciencia de atención y ADHD (Attention Déficit Hyperactive Disorder) o trastorno de deficiencia de atención con hiperactividad.

ADD y ADHD suelen acompañar el desarrollo evolutivo de los niños índigo, ocasionándoles dificultades, particularmente en el ámbito esco­lar formal, donde impera la linealidad metodológica (regla de oro para el actual modelo educativo) que a ellos tanto les cuesta seguir.

Lo cierto es que, aun en el marco de este síndrome, los niños índigo sí prestan atención, pero sólo a aquello que les interesa, a partir de lo cual son capaces de saltearse instancias metodológicas convencionales y profundizar con agilidad autodidacta. Así, cuando una motivación los impulsa, es frecuente que tomen sólo una parte del problema y lleguen a resolverlo con la plenitud orgánica de un todo, alcanzando en sus conclusiones notables grados de sutileza y claridad.

La conciencia cósmica, la telepatía, la capacidad de sanación, la in­quietud por trascender el plano netamente denso o material de la exis­tencia, son dones que habitualmente operan a la par de sus abordajes mentales frente a distintos temas.

Grupos de científicos, terapeutas, médicos, biólogos y escritores se interesan cada día más en la cuestión de los niños índigo. Gente que vocacionalmente inclina su lupa hacia los fenómenos inexplicados en los canales y métodos habituales, repara expectante sobre el potencial cambio evolutivo disparado por los "nuevos niños" en particular.

A los testimonios personales y observaciones de orden psíquico se sumaron elementos de análisis surgidos en el campo de la investigación genética, más precisamente con relación al ADN*. Esto trascendió, in­cluso, el interés de padres y educadores, generando una comunidad de observadores que se incrementa día a día, según comprobamos en pu­blicaciones especializadas, foros de discusión en la web e intercambio de información entre particulares de distintas partes del mundo.

Sin embargo, y afortunadamente, el fenómeno aún no ha sido des­cubierto ni explotado por los medios de comunicación masivos, ávidos de audiencia a cualquier costo.

Tal situación propicia una búsqueda con ventajas y dificultades: por un lado estamos ante la posibilidad de transitar un camino poco conta­minado por excesos especulativos, propios del sensacionalismo. Por otra parte, podría decirse que "la verdad cuida a la verdad": en el pro­pio fenómeno de los niños índigo subyace un aporte humanístico que desarticula el lenguaje mediático por excelencia, ligado a la magia efec­tista, a la prestidigitación, al truco más que a la reflexión profunda acer­ca de nuestra evolución como especie.

En cuanto a las dificultades, comprobé que no eran demasiadas las fuentes fidedignas en un principio; fue necesario rastrear mucho para acceder a información genuina, con autores identificables.

Como suele suceder en una investigación adaptada a estos tiempos, la dirección inicial que tomé en mi pesquisa transitó los canales de la World Wide Web. Internet mediante, el primer indicio proviene del dia­rio chileno La Estrella que en su versión digital del 10 de noviembre de 2001 ponía en pantalla un artículo titulado "Los niños índigo: Una nue­va raza viene a salvar el mundo" firmado por Angélica Meneses. A con­tinuación, reproduzco algunos de los tramos de ese texto, verificables en versión completa por la página web del periódico en cuestión:

No son extraterrestres ni mutantes que pueden deshacer metales o atravesar paredes: son nuestros hijos, los pequeños de hoy, na­cidos con una mejor dotación genética y, sobre todo, con bellas cualidades psicológicas, emocionales e intelectuales.

Una expresión muy escuchada en la actualidad es que "los niños de hoy nacen sabiendo". Abuelos sorprendidos de nietos que re­cién caminan, pero que operan a la perfección el equipo de vi­deo y hasta el computador; mamás asombradas de las respues­tas de sus hijos, que apenas balbuceando dejan frases para el bronce, y educadoras en los jardines infantiles que deben res­ponder a las preguntas más insólitas, no son fenómenos aislados. Aunque usted no lo crea, esto tiene una razón científica: una nue­va raza está llegando al mundo, una evolución de la humanidad seguramente destinada a mejorar las condiciones de nuestra so­ciedad. Son los llamados "niños índigo".

Pero, ¿quiénes son estos nuevos niños? ¿Cómo reconocerlos? Y más delicado aún, ¿cómo tratarlos, cómo educarlos para que sean los hombres índigo que mañana manejarán el mundo? Co­mencemos por definirlos: se los llama índigo por el color de su aura, que es azul. El aura es el campo energético que rodea a cada persona, y hay individuos hipersensitivos que pueden ver­la. También se puede captar en fotografías especiales. El aura re­gistra las bondades y maldades de cada uno, sus miedos y an­gustias, sus características emocionales. Y en estos niños, coinci­de en un marcado color azul.

Dado que no es posible para todos ver el aura, ¿qué otras formas hay de reconocer a un niño índigo? Hay un modo científico, que de paso prueba que esto no es una teoría de esotéricos y metafísi­cos, sino una realidad probada empíricamente: el ADN. Los niños índigo tienen un potencial de cambio, explicado por la doctora ve­nezolana María Dolores Paoli, especialista en Psicoespiritualidad (un nuevo concepto referido a la psicología transpersonal, donde se unen el conocimiento del Ego con el conocimiento del alma) quien afirma que el cambio que aportan estos chicos se manifiesta en la activación de cuatro códigos más en el ADN. Según investi­gaciones realizadas en la U.C.L.A de Estados Unidos de Nortea­mérica, estos niños serían, incluso, inmunes al Cáncer y al Sida.

Los índigo tienen la capacidad de escuchar todo tipo de sonidos, in­cluso su propio fluido sanguíneo, y tienen una fuerte sensibilidad tác­til. También hay algunos rasgos físicos, aunque no se dan en todos los casos: son de ojos grandes, delgados, comen poco, son zurdos o am­bidiestros y pueden presentar ligeramente abultado el lóbulo frontal. No son un fenómeno exclusivo de nuestra época. Los ha habido anteriormente, sólo que en forma aislada: la gran diferencia con nuestros días es que los índigo son ahora muy numerosos. Algu­nos famosos personajes fueron niños índigo. A todos ellos se los calificó como rebeldes, hiperactivos, desordenados y hasta ma­los alumnos. Lo que pasaba era que estaban pensando en otra cosa. Entre otros nombres, podemos citar a Newton, Luis Pasteur, Leonardo Da Vinci, Galileo, Charlie Chaplin, John Lennon, Vin­cent Van Gogh, John D. Rockefeller, Ludwig van Beethoven, Pa­blo Picasso, Wolfgang Amadeus Mozart, Steven Spielberg, John Fitzgerald Kennedy y Benjamin Franklin.

Según María Dolores Paoli, en 1999 estos nuevos niños ya re­presentaban el 80% de la población infantil del mundo, de diez años hacia abajo. Es decir, no son nada escasos, de modo que es muy posible que todos conozcamos más de alguno, o incluso tengamos uno en casa.

Por mi parte, nunca había escuchado hablar de Psicoespiritualidad, y la posible inmunidad ante el cáncer o el SIDA me sonó arriesgada. Pe­ro, a la luz del comienzo de esta investigación, y, ante la lectura de se­mejantes afirmaciones, decidí profundizar en la búsqueda de testimo­nios que, a partir de ahora, debería incluir, además, varias campanas de opinión provenientes del ámbito científico. Ya, con menos asombro, ciertos pasajes del texto me hicieron recordar algunas historias cada día más frecuentes y cercanas acerca de niños que anticipan acontecimien­tos, que escuchan a la distancia, que escriben con ambas manos desde muy corta edad, que interpretan y dominaban el lenguaje de las com­putadoras aún antes que sus hermanos mayores. Paralelamente, se ha­ce imprescindible, de acuerdo con esta instancia, tomar contacto con el tema de las auras, ya que es a partir de ellas que los niños índigo son identificados con ese color.

Gabriel Sánchez.-iSSA.-ANGELES DE LUZ